Una nueva y renovada yo…
Salimos del camarote rumbo al gran comedor, donde se celebra la cena de
bienvenida. El lugar es impresionante, no parece que estemos en un inmenso
barco, sino en un exquisito restaurante, esos de las películas.
Todos están vestidos súper elegantes, hay muchas parejas jóvenes,
algunas maduritas. También puedo apreciar algunos grupos, unos sólo de chicas,
otros formados únicamente por chicos. Todos parecen jóvenes, de seguro más de uno saldrá de aquí
emparejado. Si no es hoy, será en algún momento durante nuestra travesía.
Al entrar al salón hay varios camareros con bandejas llenas con copas de
burbujeante champagne dándonos la bienvenida. Tomamos una para cada quien y
continuamos con nuestro recorrido. A lo lejos veo al capitán saludando a otros
pasajeros. De fondo podemos escuchar una relajante melodía instrumental, aunque
por lo folletos y la programación que nos dejaron en la habitación, sé que mas
tarde habrá música en vivo. Hoy es la primera de las 14 cenas formales que se
celebraran durante el viaje. No son obligatorias, pero si eres invitado
especial del capitán, seria muy descortés no presentarse.
Los comensales comienzan a tomar asiento, por lo que nos dirigimos a
nuestra mesa, que se encuentra justo en el centro del lugar, tal como nos lo
hicieron saber. Al acercarnos podemos ver que nuestros nombres están escritos
en unos delicados distintivos. Tomamos asiento, somos unas quince personas en
la mesa, es algo incómodo pues no conocemos a nadie.
Llega el capitán, nos saluda a todos, hace las respectivas
presentaciones rompiendo así un poco el hielo instalado en el ambiente. Los
mesoneros rellenan algunas copas, el Capitán Meyer da la bienvenida a los
presentes, pronuncia un pequeño pero divertido discurso, finalizando con un
emotivo brindis. Puedo percibir lo mucho que le apasiona su trabajo, lo
dedicado y responsable en cuanto a su labor dirigiendo el barco. Además de ser
una persona muy alegre, carismática, protector de las causas justas.
Capitán Nicolas Meyers
Entablamos una amena conversación, entre risas y anécdotas. Hablamos de
casi cualquier tema, menos los prohibidos, religión y política, como nos lo
indico el oficial, ha habido muchos problemas por ello, no todos saben escuchar
y respetar la posición del otro, así que mejor tocar temas mas neutrales. Entre
los presentes hay otras dos parejas que igual que nosotros están celebrando su
luna de miel, otras algún aniversario. Todos estamos disfrutando un buen rato.
Sirven la cena, que resulta excepcional, desde la entrada hasta el
postre. Todo divino ¡Jamás había comido
tanto en mi vida! Siento que exploto.
- Dios no sé por qué comí tanto, no puedo moverme Leo – hablo bajito
para que los demás no me escuchen.
-Comiste apenas la mitad de todo nena – refuta mientras me besa la sien
y acaricia mi hombro.
- Si como así en todo el viaje, no caminaré, más bien bajaré rodando de acá.
La carcajada por parte de Leo no se hace esperar.
- Serías una bella pelotita rodante – me dice Leo con una lujuriosa
mirada mientras acerca su mano a mi vientre – me encantaría verte así.
- ¿Cómo, rodando? – pregunto confundida
- No amor – explica mientras se acerca peligrosamente a mi oído – embarazada
– susurra y mis ojos se abren como plato.
- Yo…pero…-estoy en shock, no logro decir nada
- ¿Dé qué te sorprendes Tati? Nos amamos, nada me haría más feliz que
tener hijos contigo.
- ¿Bebés ahora? – pregunto
ahora sorprendida
- Como escuchaste nena, soy hijo único por lo que se lo que eso implica,
quiero muchos hijos contigo - afirma decidido
- Apenas estamos en nuestra luna de miel y ya piensas en tener no uno
sino varios hijos ¡Eres increíble! – lo regaño – primero necesito acostumbrarme
a la idea de ser la Sra. D’Lucca, ya
luego tocaremos ese tema.
Dios ya está hablando de formar una familia y no tenemos ni una semana
de casados. Este hombre no sabe hacer nada a medias o despacio. Le gusta llevar
siempre todo al máximo nivel. Parece un tren que va a toda velocidad, sin
importarle lo que esté en las vías.
- Nena, pareciera que te propuse algo macabro en vez de anunciarte que
quiero tener hijos contigo, ¿tan descabellada te parece la idea? –indaga,
esperando mi reacción
- ¡Claro que no amor! – Manifiesto de inmediato- por supuesto que quiero
que formemos una familia – y es la verdad- simplemente pienso que es muy
pronto. Estamos recién casados, me gustaría disfrutar esta etapa, estar solos
tú y yo, compenetrarnos más como pareja, antes de traer un pequeñín al mundo –
explico cuidando bien mis palabras para que me entienda.
Leo se queda pensativo unos minutos sin dejar de mirarme, acariciando suavemente
mi mano con su pulgar.
- Tienes razón nena – habla y suelto el aire que no sabia tenia
contenido, no quiero mas problemas entre nosotros - sé que puedo llegar a ser un poco impetuoso,
sólo que después de tu comentario te imagine embarazada, llevando en tu vientre
la prueba de nuestro amor…y me deje llevar.
- ¿Un poco impetuoso? –
Pregunto levantando las cejas – amor te llevas a todos por delante cuando algo
se te mete entre ceja y ceja, pareces mas bien un auto de esos que intentan
romper la barrera del sonido – expreso risueña.
Los dos reímos ante mi comparación, porque es verdad. Seguimos pasando
un buen rato en la mesa, puedo ver como colocan es su sitio los instrumentos de
lo que parece una pequeña banda. Al cabo de unos quince minutos comienza a
sonar una melodiosa canción, haciendo que más de un presente se dirija a la
pista de baile. Mi esposo está entretenido en su charla con un señor de
avanzada edad, un abogado retirado que se encuentra en nuestra mesa, así que
decido tomar la iniciativa.
- Disculpen la intromisión caballeros – anuncio para hacerme notar
- le gustaría bailar conmigo - pregunto mirando
a mi esposo.
- Mas que nada en el mundo – es la respuesta de Leo – si me disculpa Sr.
Leonidas, debo atender a mi amada esposa – explica dirigiéndose al hombre que
se encuentra a su lado.
- Vayan jóvenes ¡disfruten! – indica muy amable
Nos dirigimos a la pista que ya esta llena de parejas que danzan al
compás de una romántica canción. Bailamos un buen rato, en todo momento Leo me
musitaba palabras de amor al oído, hermosos piropos y una que otra propuesta de
irnos al camarote, aprovechar la cesta de frutas y el rico vino mientras hacemos
el amor. Sus palabras sólo incrementaban mis ganas de tomarlo del brazo y salir
corriendo para hacerlo realidad.
Termina el primer set de la banda, así que mientras ellos toman un
merecido descanso. Nosotros hacemos lo mismo. Antes de llegar a nuestra mesa le
indico a mi esposo que iré un momento al tocador.
Leonardo me despide con un beso sin poder ocultar su risa por mi manera de
expresarme.
- Por eso te adoro nena, eres tan espontánea, dices lo que sientes sin
importarte lo que los demás piensen.
- Y mira que me ha metido en problemas – respondo mientras continúo mi
camino.
Al terminar de asearme, retocarme el maquillaje y ver que todo estuviera
en su lugar, camino hacia nuestra mesa. Sorpresivamente mi esposo no esta allí.
Tomo asiento y decido esperarlo. Al cabo de unos quince minutos aún no ha llegado,
así que opto por salir en su búsqueda. Después de unas vueltas lo encuentro muy
entretenido conversando con unos hombres que aparentan su misma edad. Camino a
su encuentro.
Puedo notar como algunos pares de ojos no dejan de miarme, lo que me
hace ponerme nerviosa. Leo no se ha dado cuenta que dicha inspección masculina
es a su esposa, hasta que uno de ellos le da un toquecito con el codo. Leo
niega con la cabeza a la vez que continúa su amena charla.
-Buenas noches – expreso fuerte y claro a la espalda de mi esposo.
- ¡Buenas Noches! – responden los caballeros casi al unísono. Adivino
las coquetas intensiones de algunos, pero antes de darle chance a Leo de
envalentonarse cual gallito de pelea, nuevamente me anticipo
- Si me disculpan necesito a mi amado esposo – pronuncio a la vez que le
doy un casto beso a un boquiabierto Sr. D’Lucca.
Soy muy tímida, no suelo comportarme tan extrovertida con desconocidos,
menos aun si son hombres, me intimidan. Nos alejamos del grupo, puedo escuchar
las murmuraciones de éstos, ruego a Dios que no lo haga Leo, dudo que le guste
me piropeen.
- Ya lo ves amor, te dije que seria la envidia de muchos esta noche –
expone señalando al grupo que dejamos atrás, volteo a verlo extrañada de que no
haya sacado su lado troglodita tipo macho alfa – no me mires así Tati, no
disfruto que otros hombres admiren tu belleza, pero ¿cómo hago? eres
irresistible nena.
- Pensé que a mas de uno lo mandarías al mismísimo infierno- expongo
cautelosa, aun puede explotar
- Ganas no me faltaron Tati – suspira- No me faltaron.
Después de charlar un rato mas, beber unas copas y bailar otro tanto
decidimos retirarnos. A medida que el ascensor emprende su viaje hacia nuestro
piso, Leo me acerca más a su cuerpo, estamos de frente uno del otro, nuestros
labios se rozan, siento su aliento calido, pero no me besa, sólo se queda así
muy cerquita mirándome a los ojos, mi respiración ya esta agitada igual la suya.
Seguimos en nuestra burbuja, sin decir o hacer nada más que mirarnos,
hasta que el ruido del elevador nos indica que hemos llegado a nuestro destino.
Pero ninguno de los dos hace lo mas mínimo por movernos. Continuamos mirándonos hasta que Leo me toma
en brazos, sin quitarme la vista de encima y se encamina hasta nuestro
camarote.
No sé como lo hizo, pero cuando me deja ahí de pie ya estamos dentro de
la suite. El silencio del la habitación solo se ve interrumpido por nuestras
exaltadas respiraciones. Acerco mis brazos a su cuello, acaricio su cabello,
oigo a Leo suspirar, me aferra más a su cuerpo y me besa.
Un beso pasional, donde nuestras lenguas danzan a ritmo acelerado, al
igual que lo hacen nuestros corazones. Me acaricia lentamente la espalda
mientras me acerca a la inmensa cama. Separa nuestras bocas a pesar de mis
protestas, sonríe y vuelve a posar sus hermosos ojos en los míos.
Se agacha sin quitarme la intensa mirada, se deshace de mis zapatos, los
deja a un lado. Lentamente, demasiado
lento para mi gusto en estos momentos, sube y quedamos nuevamente frente a
frente. No me toca, sólo busca el cierre lateral del vestido, lo desliza hacia
abajo, hasta que no es más que un montón de tela verde a mis pies. Me sujeta de
la cintura, me estremezco ante el contacto de su calida mano contra mi piel, me
levanta por lo que me sujeto a sus hombros al instante.
- No vas a caerte nena – me reprende Leo con su voz aun mas ronca por el
deseo – jamás dejaré que te pase algo, estás segura a mi lado, siempre lo
estarás.
- Ha sido por reflejo – me
excuso- no hay lugar donde me sienta mas a gusto y confiada que contigo – le
indico
- Éste es mi lugar favorito, tú desnuda en mis brazos – confirma
- Tú aun tienes el traje puesto – le indico señalándolo con la cabeza –
también te quiero sin ropa.
Leonardo levanta las cejas ante mi intrépido comentario. Me coloca de
nuevo en el suelo, mientras comienza a quitarse los zapatos con sus pies. Niego
con la cabeza, e igual como lo hizo él minutos antes, me agacho para despojarlo
de su ropa.
Le quito los zapatos, seguido de las medias. Me levanto, lo rodeo, cuando
estoy a su espalda le quito la chaqueta. Trato de no tocarlo más de lo
necesario, quiero torturarlo de la misma manera que él lo hizo conmigo. Me coloco
nuevamente de frente para deshacerme de su corbata, camisa y pantalón,
dejándolo únicamente en ropa interior.
- Ahora si estamos en igualdad de condiciones – le muestro nuestros
cuerpos casi desnudos
- Te amo – y sin darme tiempo a responder toma mis labios con los suyos.
Me levanta en brazos hasta que siento me sitúa en la cama. Se coloca
sobre mí, apoyando su peso en los codos, comienza a rozar con sus labios cada
centímetro de mi piel, lame y chupa mi cuerpo hasta que siento que floto,
regresa a mi cara, me vuelve a besarme hasta que mi cabeza da vueltas. Se
levanta, no me da chance de reclamar su ausencia pues ya esta de nuevo enfrente
de mí.
- Ahora si vamos a disfrutar esto como es debido – dice mientras deja en la mesita el vino y
las frutas.
Esa noche hacemos el amor hasta casi el amanecer, decora mi cuerpo con
frutas y chocolate, luego lo devora, bebemos del rico licor. Nos mimamos hasta
el agotamiento, indicándonos con caricias lo mucho que nos amamos.
Demostrándome que mis temores de perderlo, son infundados. Me ama con locura
como yo a él, con esta convicción y con la promesa de que debo cambiar, caigo rendida en un
placentero sueño al lado de mi esposo.
Me despierto, me giro en la grandiosa
cama en busca de mi amor, pero no esta. Levanto mi cabeza, no le veo,
así como tampoco escucho ningún ruido que revele su presencia. Me extraña que
no este por aquí cerca, así que decido levantarme. Hago el amago de tomar la
sabana, pero luego recuerdo la promesa que me hice, por lo que desecho la idea
de cubrir mi desnudez, y así como Dios me trajo al mundo voy en su búsqueda.
Sólo he dado unos cuantos pasos cuando en una mesita cercana observo una
pequeña nota acompañada de una hermosa rosa roja. Me les quedo mirando
preguntándome de donde ha sacado la flor, la tomo e inhalo su aroma. Agarro la
nota y la leo
“Nena, dormías
tan placidamente que no quise despertarte. Baje al gym un rato, ¡No tardaré!
Besos….Te Amo”
Sonrío como tonta al mirar la nota de su puño y letra. Vuelvo a oler la
rosa y cierro los ojos.
Me dirijo al baño para darme una ducha, al entrar me encuentro otra nota.
“Hoy te amo más
que ayer,
Y si ayer te
amaba demasiado,
Imagina cuanto
te amo hoy…
Por favor
espérame para ducharnos juntosJ”
Cuando pensaba que no podía ser más afortunada por haberme enamorado de
él, me hace estos hermosos detalles. Me quedo varios minutos con la nota pegada
a mi pecho, suspirando por este hombre al que amo tanto que me da miedo…
Tomo una bata del baño, me la pongo, me dirijo a la sala de estar
dispuesta a esperar a mi esposo. Son
apenas las ocho, no hemos dormido nada, no
se como tuvo las fuerzas para levantarse, y mas aun ir a hacer ejercicio. Levanto
la vista, diviso un pequeño equipo de sonido, así que opto por escuchar un poco
de música para hacer tiempo. Voy a la nevera, saco una botella de agua, me la
bebo enseguida. Salgo a la terraza me siento en una de las poltronas con vista
al mar. Por increíble que parezca a pesar del sol, el calor y el aire salado,
me quedo dormida enseguida ¡Estoy exhausta!
Siento que me llenan de besos el rostro, su voz ronca me llama para que
despierte pero mis ojos se niegan a cooperar, gimoteo en protesta, escucho su
hermosa risa, disfrutando sus caricias en mi rostro y los brazos, todo con el
afán de espabilarme, pero es en vano mis parpados pesan demasiado. De repente
me toma en brazos, me quejo por lo bajo.
- Nena, hace demasiado calor aquí afuera, mejor te llevo a la cama allí
estarás mas cómoda – explica mi esposo
- ¿Qué hora es? – logro preguntar pegada a su pecho
- Las nueve y media amor – dice mientras me coloca en la cama, hace el
amago de levantarse, me aferro a su cuello- mi vida descansa, voy a ducharme.
- No – expreso aun si abrir mis ojos- llévame contigo, te estaba
esperando
- No te preocupes, estas cansada, quédate aquí – me da un beso,
infructuosamente intenta soltarme, pero se lo impido – amor…¿te llevo en brazos
al baño?
- Por favor – casi hago pucheros como un bebé
- Con una sola condición- propone él – abre los ojos por favor - casi me
suplica- o te dejo acá en la cama y me
ducho solo – suena serio, pero aunque no lo estoy mirando se que esta
conteniendo la risa
- Eso se llama chantaje – refuto, pero igual ya me desperté así que los
abro
- ¡Buenos días, princesa!
De verdad debo estar en un cuento
de hadas, porque un hombre tan hermoso, con unos ojos que hechizan sólo pueden
ser de un príncipe, el príncipe de mi
historia.
Después de ducharnos, hacer el amor debajo del agua, nos vestimos,
decidimos bajar a desayunar algo y luego disfrutar de las instalaciones que nos
ofrece este hermoso crucero.
Comemos algo ligero, damos unas vueltas por el barco, nos encontramos
con algunos de los presentes en nuestra mesa anoche en la cena, buscamos al
Capitán Meyers, pero no logramos dar con él, entre tanta gente, la inmensa nave
y sus ocupaciones, eso era de esperarse. Recorremos algunas de las tiendas,
compré…mejor dicho mi esposo, pues no dejó que tan siquiera mire dos veces la
misma cosa que pide lo manden a nuestro camarote. Así que tuve que ser un poco
más precavida con mis ojos. Después de casi cuatro horas de paseo, decimos
subir a nuestro camarote.
Hoy el crucero hizo puerto en Cayo Hueso, pero decidimos quedarnos,
conocer un poco mas de las instalaciones. Ya luego en Puerto Rico si bajaremos,
pero para eso faltan aun dos días de travesía en altamar.
Al llegar a la habitación, prácticamente corro a la cama, necesito con
urgencia levantar mis pies y dormir…pero mi amado esposo tiene otro planes en
mente, y aunque implican la cama, dudo que el dormir este ivolucrado en ellos.
Lo dicho, estos dos días mientras navegamos en el mar, no salimos de la
habitación, pedimos comida, bebida, y todo lo que se nos antojara. La primera
noche de “aislamiento amoroso” como lo bautizamos, el Capitán nos envía una
excelente cena, con una botella de un rico vino tinto, flores, vela y hasta un
camarero para que nos atienda. Ya nos había llamado para saber de nosotros e
invitarnos a comer juntos, propuesta que declinamos, ya que Leo le explica con
ciertos detalles la razón por la que no nos habíamos encontrado anteriormente,
vergonzosamente le dijo que quería aprovechar 24/7 de su esposa, por el
teléfono logre escuchar la risa del amable oficial, seguida por la de mi
esposo.
- Tranquilo muchacho, disfruten, recuerda llamar por si necesitan algo-
acota sin poder ocultar su risa- Ya di
órdenes de proporcionarles todo lo que necesiten, así deban salir en lancha al
puerto mas cercano.
Yo sólo quiero que me trague una ola, ¿Con qué cara veré ahora al
capitán? Debería lanzar a Leo por el balcón tal como lo pensé el día que
abordamos.
Ya amaneció, es el cuarto día de esta maravillosa luna de miel, a pesar
de la manera como comenzó, padeciendo con mis dudas e inseguridades.
Desayunamos en la cama, entre besos y caricias, por supuesto terminamos
haciendo el amor, así que las energías que nos ha proporcionado la comida, ya
se esfumaron. Nos alistamos, ya para el mediodía estamos arribando a San Juan,
Puerto Rico. Aquí estaremos hasta un poco antes de medianoche, por lo que
tenemos casi doce horas para conocer el lugar.
Bajamos al igual que muchos de los pasajeros, nos proponemos a recorrer
el lugar, disfrutar el día tan hermoso, sol, playa…todo esto al lado de la
persona que amo. ¡No podría ser más feliz!
Estamos paseando por la abarrotada playa, hay muchos turistas y todos
parecen estar pasándola tan bien como nosotros. Le digo a mi esposo que
necesito ir al baño, me deja en la puerta y se dirige a un pequeño bar que esta
a unos pocos metros.
Al salir del sanitario camino en dirección del local, pero mi sorpresa
es que Leo conversa animadamente con una mujer, una hermosa mujer, ella esta de espalda, pero no por eso dejo de
notar que tiene un cuerpazo, sus expresiones corporales demuestran que se
conocen muy bien, ella lo toma del brazo, ríen y charlan amenamente.
Quiero salir corriendo, pero en sentido contrario, quiero refugiarme en
mi habitación…pero recuerdo la promesa que hice apenas unos días, respiro para
inyectarme algo de fortaleza. Continúo mi camino hacia el bar, no hacia donde
se encuentran ellos. Ella se despide con un efusivo abrazo y un beso, él hace
lo mismo. Trato de serenar mi respiración para que no note que estoy
alterada…ya veremos como me va.
Se acerca a la barra, hace su pedido, aún no sabe que estoy aquí, así
que actúo como si no los hubiera visto. Me acerco a su lado y le doy un beso en
la mejilla.
- Ya estoy de regreso - anuncio
lo mas calmada que puedo
- Nena, aquí tienes – me entrega un rica y refrescante limonada frappe -
¿Quieres sentarte, o prefieres continuar? Pregunta como si nada
- Me gustaría descansar un rato, si no hay problema – quizás no quiera
quedarse por acá por si aparece su amiguita misteriosa
- Perfecto nena, déjame y pido una mesa – anuncia con una clara actitud
relajada, lo que no hace mas que confundirme.
Nos sentamos con nuestras bebidas en mano, Leo se encarga de pedir algo
para picotear, estoy algo tensa pero hago todo el esfuerzo por parecer normal y
que no note mi cambio “repentino” de humor. Ya después de un rato me relajo un
poco, aunque la verdad no sé si estos daiquiris con alcohol tengan algo que
ver.
Leo se levanta, me da un pequeño beso y camina en dirección a los baños
de caballeros, que se encuentran en la parte de atrás del local. Estoy
entretenida con mi bebida cuando veo a la chica misteriosa acercarse, si sólo
de verla de espaladas pensé que es una hermosa mujer, pues al mirar el cuerpo
de infarto que tiene creo que me quedé corta. ¡Es una mujer verdaderamente
bella! Se acerca a la barra mientras que se lleva los lentes a la cabeza, posa
su mirada en la mía, me sonríe en un gesto de saludo. La verdad no se si pude
hacer alguna mueca, porque a pesar de tener una mirada tierna y una sonrisa que
transmite tranquilidad, hay algo en ella que me es familiar, como si la
conociera, como si la hubiera visto antes.
Estoy tan sumida en mis pensamientos que no me he dado cuenta del
regreso de mi esposo.
- ¿Tati, estás bien? – pregunta Leo con una expresión de preocupación en
el rostro y mirando en la misma dirección que yo - ¿Nena?
- Ehh…si amor, sólo sumida en mis pensamientos – vuelvo a mirar hacia la
barra pero ella ya se ha ido, ni cuenta me he dado.
- ¿Seguro que estás bien? – me interroga
- Si – le resto importancia con un gesto de mi mano- debe ser el calor,
el sol o esto – manifiesto señalando la bebida que tengo en la mano.
- Entonces es mejor que cuide a mi bella y amada esposa – indica
mientras me levanta y me sienta en su regazo para darme un fogoso beso, sin
importarle el lugar en donde estamos.
Yo también me olvido de los que están a nuestro alrededor, llevo mis
manos a su cuello y le regreso el beso con la misma pasión e intensidad.
Continuamos besándonos hasta que nos cuesta respirar, prácticamente jadeamos en
busca de algo de aire para llenar nuestros pulmones, todo esto en un pequeño
local lleno de gente a orilla del mar y la verdad no me importa, estoy en mi
lugar favorito, en lo brazos de mi Leo, de mi amor…
Nos quedamos un rato mas en el bar al aire libre, disfrutando de un
bello atardecer, prácticamente he olvidado lo referente a la mujer misteriosa,
pero aun tengo la intriga de saber no solamente quien es, sino de donde la conozco,
porque por mas que le he dado vuelta no logro encontrar la respuesta, podría
jurar que a ella no la he visto antes, pero tampoco estoy segura.
Ya caída la noche, siendo un poco mas de las nueve y a pesar de que
quedan dos horas para que el barco zarpe, decidimos regresar estamos cansados,
hemos tenido un día maratónico, mañana iremos a las Islas Vírgenes, aunque con
lo agotada que estoy no sé si salga siquiera de la cama.