La primera impresión…
Regresamos al barco, vamos directo a nuestro camarote. Estamos subiendo
en el ascensor, me apoyo en Leo, cierro los ojos momentáneamente, no estoy
segura si me dormí unos segundos o es el movimiento del ascensor, las bebidas o
que se yo, pero siento que el piso se me mueve y si no es porque mi esposo me
tiene agarrada por la cintura, en estos momentos estaría tirada en el suelo.
- ¿Nena, estás bien? – pregunta Leo con preocupación
- Eso creo – respondo aun confundida, pasándome las manos por la cara –
la verdad no sé qué me pasó
- Ven aquí nena…
Leonardo me toma en brazos el resto del trayecto en el elevador, la
verdad estoy tan cansada que no me opongo, ni cuando en otro piso se suben
otras personas. La verdad no me importa, únicamente quiero llegar a nuestra
habitación, así que me acomodo el pecho de mi marido y me impregno de su olor.
Llegamos a nuestro cuarto, Leo me deposita son sutileza en la grandiosa
cama, se acerca al vestidor, toma una de mis pijamas, se acerca a mi y con
cariño comienza a desvestirme. En su acto no hay nada erótico, sólo es un
tierno hombre ayudando a su cansada esposa. Con cuidado me quita el vestido,
seguido por el minúsculo traje de baño. Al quedar completamente desnuda, noto
que sus ojos me hacen un escaneo completo, me mira con lujuria y ternura a la
vez, suspira me da un beso en la cabeza mientras continua con su trabajo. Toma
la hermosa bata rosada, la pasa por mi cabeza y brazos, al bajarla mi cuerpo,
la seda se pega a mi piel haciéndome estremecer.
Leo se aleja en dirección al baño, mi mirada lo sigue a cada paso que
da, sin perderme detalle alguno de lo hace. Luego de unos minutos regresa a mi
lado con unos botes en sus manos. Con sumo cuidado toma unas toallitas y me
quita el poco maquillaje que llevo, acto seguido me unta una de las humectantes que normalmente me coloco antes
de dormir. Mi esposo es tan tierno y protector que no puedo evitar
maravillarme, está tan concentrado en su labor que no se da cuenta que lo estoy
observando. Delicadamente me quita las joyas, las coloca en la mesita de noche,
se acerca a mi cabello y como si fuera una pequeña niña lo peina con delicadeza,
cuando esta satisfecho con su trabajo, me da un beso en la frente.
- Ahora si estas lista, a dormir nena.
No digo nada, ni me muevo. Le devuelvo la mirada con amor, devoción,
gratitud y deseo, a pesar de lo cansada que estoy, quiero dormir si, pero
antes…
- Te amo – le confieso
- Lo sé nena, yo también
- Lo sé – me burlo- ¿Leo?
- Dime amor…
- ¿Puedo pedirte algo? – Me mira extrañado pero asiente en respuesta –
Hazme el amor – digo a la vez que me quito el batín…
Despierto en mi lugar favorito, los brazos de mi amado esposo. Ambos
estamos desnudos, mi cabeza en su pecho, sus manos rodeando mi cintura. Llevo
una de mis manos a mi boca recordando la noche anterior. Tal como se lo pedí,
me hizo el amor, lentamente, disfrutando cada beso, cada caricia, demostrándome
con su cuerpo lo mucho que me ama. Cada vez con él ha sido maravillosa, pero
anoche sentí algo mas, no fueron sólo dos cuerpos unidos por el placer, sino
dos almas encontrándose, fundiéndose en una sola. Aun estoy sumida en mis
pensamientos, con los ojos cerrados, rememorando cada segundo vivido, cuando me
susurran con esa voz ronca que tanto amo.
- Buenos días princesa, ¿puedo saber en qué o quién piensas?
- En ti Leo, siempre en ti – respondo sinceramente mientras me giro para
quedar de frente y poder mirarle esos hermosos ojos que me hechizan
- Te amo tanto nena, ¡no puedes
imaginarte cuanto! – me dice y mi corazón palpita de felicidad – no se si
te merezco o no – intento hablar pero me lo impide posando sus dedos en mis
labios- te juro que estoy haciendo mi mayor esfuerzo, pero…
Se queda callado, los dos estamos en silencio mirándonos a los ojos,
acerca su frente a la mía, cierra los ojos y lo escucho suspirar.
- ¿Pero? – Lo aliento para que
continúe
- Pero no se si será suficiente – dice después de unos segundos – se que
mi pasado tarde o temprano vendrá a pedirme cuentas, que aún sin proponérmelo
le he hecho daño a muchas mujeres, y eso no se olvida ni se perdona así de
fácil; se que tú no lo haces.
- Amor no te juzgo. No tengo nada porque disculparte. Eso forma parte de
tu pasado. Eso fue antes de nuestra historia.
- Que siempre estará presente entre nosotros. De una u otra manera –
explica preocupado
- No si se lo impedimos, hay que dejar todo eso atrás, vivir el
presente, si queremos tener un futuro – no se si se lo digo a él o a mi misma.
Nuevamente estamos en silencio, cada quien sumido en sus pensamientos,
dudas y miedos. Cuando lo conocí sabía en que me estaba metiendo, me enamore de
él a pesar de su fama de mujeriego, aunque debo ser sincera, realmente no me ha
dado motivos para desconfiar, siempre han sido mis propias inseguridades
y…ahora lo entiendo todo. Soy yo la que siempre le recuerda sus andanzas, claro que encontrarme algunas de sus amigas
de cama de vez en cuando no es que ayude mucho no. Pero ahora más que nunca
sé que debo cambiar, dejar atrás mis temores.
- Hace unos días me fije un propósito – rompo el silencio- me prometí a
mi misma que debía cambiar, dejar de lado mis dudas, se que me amas de la misma
manera que yo lo hago, así que si quiero que lo nuestro funcione, debo dejar de
temer que me vas a dejar por la primera mujer que te pase por delante, sino
nunca tendremos oportunidad de ser felices.
- Nena, te amo con todo mi corazón, sé que lo sabes – tiernamente me
toma la cara entre sus manos – entiendo que sientas desconfianza, pero a ti y
solo a ti es a quien quiero a mi
lado. Es contigo con quien deseo hacer el amor, en un futuro formar una familia
y envejecer juntos. Sólo tú le das sentido a mi vida. Quiero que antes de
dudar, o simplemente cuando sientas miedo lo hables conmigo antes que tu
cabecita comience a ver fantasmas donde no los hay. Juntos lo resolveremos. ¿Lo
prometes?
- Prometido - afirmo
Permanecemos un rato abrazados, besándonos, riendo y disfrutando el
poder estar juntos. Nos levantamos para darnos una ducha y alistarnos para el
paseo que planificamos. Hoy anclaremos en las Islas Vírgenes, a pesar que no
estaba segura si podría levantarme después del día de ayer. La verdad dormir en
los brazos de Leo me vigoriza, después de nuestra charla, sólo quiero disfrutar
cada segundo de estos veintiún días junto a mi esposo, bien sea dentro o fuera
del barco, en la habitación o donde quiera, siempre que estemos juntos.
El día transcurre demasiado rápido. Leo decide que nos lo tomemos un
poco mas relajado que ayer porque sino, terminaré
tan exhausta como anoche. Además hoy hay una cena tipo coctel a la que
nuevamente hemos sido invitados por el Capitán Meyers. Paseamos un poco, y el
resto del día lo pasamos en la playa, tomando un poco de sol, bajo el constante
cuidado de mi gruñón, al que no le gusto mucho mi traje de baño, pues según él
es demasiado revelador.
- Pues eso debiste pensarlo antes, yo no hice mis maletas – le recuerdo
– el bikini es hermoso y es nuevo, así que no lo he escogido yo
- Si Tati, eso no lo discuto, lo que no sabia en el momento que me lo
mostraron, es que no te taparía casi nada.
- No seas exagerado Leo – río ante su cara de consternación – además
aquí hay mujeres con cosas mas chiquititas que ésta.
- Por mi las demás pueden ir desnudas,
¡me importa un pepino!
Me río por su comentario, pero al levantar la cara veo que esta apretando
la mandíbula, realmente se ha molestado. Dispuesta a que se le pase el absurdo
enfado, me levanto de mi tumbona, me siento en su regazo para darle un beso de
esos que hacen que pierdas la respiración y desees tener cerca una cama. Él me
lo devuelve con el mismo ímpetu. Jadeantes me separo sólo unos milímetros de su
boca para poder hablarle
- ¿Crees que ahora si tengan claro que soy propiedad privada? ¿Que
únicamente tengo ojos para ti?… ¿que soy y seré siempre tuya?
Leonardo asiente, me da un casto beso, con un gesto de la cabeza me
señala mi silla.
- Puedes seguir tomando el sol nena
- No recuerdo haberte pedido permiso, no creo que necesite hacerlo ¿o
si? – pretendo sonar molesta
- De igual manera te lo estoy dando – dice a la vez que me da una
pequeña nalgada.
Me acuesto sin dejar de mirarlo tratando de contener mi risa por su
gesto, hasta que noto como se acomoda su entrepierna y suelto una sonora
carcajada. Leo me mira mas serio todavía, pero yo solo puedo seguir riendo, él
finalmente se une a mi risa.
- Eres imposible nena.
- Con razón me bajaste tan rápido de tus piernas, ya decía yo – cierro
los ojos para seguir disfrutando del sol
- Si te dejo un segundo mas, ya estaríamos de camino al barco, llevas
todo el día mostrándome tu hermoso cuerpo bronceado, en ese trocito de tela que
tú llamas traje de baño. Me he aguantado, vienes y me das ese beso, nena que no
soy de hierro- dice muy bajito cerca de mi oído, es más un susurro
Abro los ojos, allí lo tengo tan cerca que nuestras narices se rozan,
puedo sentir su aliento en mi cara y cierta sensación muy conocida se aloja en
mi cuerpo. Sus ojos irradian deseo. Me levanto lentamente ante la atenta mirada
de mi esposo. En silencio me coloco el vestido, meto las cosas en nuestro
bolso, le tomo la mano y me dirijo al barco. Nos espera una cama.
Apenas atravesamos la puerta del camarote ya tenemos las manos de uno
encima del otro, quitándonos todo aquello que se interponga entre nosotros. Me besa
con posesión, lleva mis manos a su cuello, me levanta, hace que enrosque mis piernas en su cintura. Sin
preámbulos entra en mí con un certero movimiento, gimo en su boca ante la
intromisión. Continúa caminando hasta que nos acerca a la pared para encontrar
apoyo. Me hace suya de una manera feroz, pero sin hacerme daño, es diferente a
nuestras anteriores veces, pero igualmente gratificante, es sexo ardiente y
lujurioso, pero lleno de amor. Disfruto cada estocada, cada caricia…y entre
jadeos alcanzamos el clímax. Aun dentro de mí, se sienta en una de los sillones
que tenemos cerca. Me besa tiernamente.
- Discúlpame nena, no me pude contener, ¿Estas bien? – puedo notar la
preocupación en su voz
- Ha sido asombroso – le explico con una sonrisa de satisfacción plasmada
en mi cara - es algo nuevo, pero lo he disfrutado.
- ¿De verdad estas bien Tati?
- Si amor, de verdad. ¿Por qué estas tan inquieto?
Se levanta con cuidado, me toma de la cintura para poder caminar conmigo
a cuestas. Se dirige al baño. Me posa en el tope del lavamanos. Toma una
toalla, en silencio me limpia y hace los mismo con el. Ni un momento me mira a
la cara, pero estoy segura que su cara es el reflejo de la preocupación. De
nuevo me toma en brazos, me sienta en la cama, me da un beso en la frente y se
regresa al baño.
Permanezco pasmada en mi sitio, sin saber que decir o hacer, no entiendo
el cambio de humor. Oigo que abre la regadera, me quedo esperando venga por mi
para ducharnos, pasan los minutos y nada. Escucho como cierra el agua, por lo
que asumo que ya se bañó. Como para afirmar mis sospechas, la puerta se abre
sale Leo con una toalla enrollada en su cintura, unas gotas caen de su cabello
mojado. Me ve, niega con la cabeza pero no me dice nada, se va directo al
vestidor.
Después de unos minutos, sale ya vestido con un pantalón y camisa
blanca, pero su semblante no ha cambiado, así como no lo he hecho yo de lugar,
he estado aquí por al menos unos veinte minutos.
- ¿Tati por qué no te arreglas? Ya en un rato tenemos que bajar –
pregunta sin siquiera mirarme.
No se que hacer. ¿Me arreglo o le pregunto qué le pasa? Ya me duele la
cabeza de tanto pensar y darle vuelta a su actitud. Así que opto por la segunda
opción. Me levanto tomo una bata y me la coloco, me dirijo al salón donde se
encuentra mi enojado esposo. Me detengo a respirar un poco y de esa manera
infundirme algo de valor.
- ¿Amor por favor podrías decirme qué te ocurre? – pregunto con cautela
- Nada Tatiana - responde sin siquiera voltear a mirarme
- ¿Y entonces a qué se debe tu cambio repentino de humor? – uso el mismo
tono sereno de antes, dejo pasar su cortante manera de llamarme por mi nombre,
cosa que normalmente no hace.
- No pasa nada – dice, se levanta y sale del salón. Sé que no quiere que
me acerque a él.
- Hace tan solo unas horas dijiste cuanto me amas, haces que te prometa
hablar contigo primero antes de hacer o pensar cualquier cosa, pues eso estoy
haciendo. Ahora eres tú el que no quiere
hablar, antes que me digas que no pasa
nada piensa que te conozco demasiado como para saber que cuando te enojas
aprietas tanto la mandíbula que a veces me da miedo que se te vaya a romper,
esquivas mi mirada pues temes que vea en tus ojos lo que tu alma refleja, no me
hablas mas que con monosílabos o pequeñas frases, pues tu voz se torna mas
ronca de lo habitual. No soy nena, amor o Tati….sólo Tatiana, a secas.
Estoy parada esperando que me diga algo o que tan sólo me mire, pero no
lo hace, su mutismo es hermético. Suspiro frustrada, pero sobre todo dolida, me
pide confíe en él, pero cuando es su turno, se cierra en bandas.
Aunque no tengo ningunas ganas de bajar a cenar, ya le dimos la palabra
al Capitán, después de negarnos las veces anteriores no podemos quedarle mal.
Por lo que me dirijo al baño, me ducho rápidamente. Me acerco al vestidor,
busco algo que sirva para esta noche, porque sospecho será una larga velada. Opto
por un vestido corto negro, sencillo cómodo y chic, además combina con mi
actual estado de ánimo. Quizás debí buscar algo más colorido, a ver si me
siento mejor…ya ni modo, no pienso cambiarme. Me acerco al espejo, velozmente
me maquillo, dejo suelto mis cabellos y voy a la terraza donde se encuentra
Leo.
- Cuando gustes podemos irnos – me giro para esperarlo dentro, pero
siento su mano que suavemente me detiene
- Nena – su voz es apenas un murmuro, actuó mal y lo sabe.
- ¿Ahora si soy nena? Hace rato cuando trate de hablar contigo era
simplemente Tatiana – increpo sin mirarlo, intento soltarme de su agarre pero
sólo consigo que ahora me tome con las dos extremidades.
- Por favor Tati…
Ese tono de suplica, si a eso le sumas lo fría y temblorosas que están
sus manos, hace que sin dudarlo voltee a mirarlo
- Se nos hace tarde, sabes que nos están esperando, no estoy molesta,
solo confundida – suspiro – y algo dolida, me pides confianza, pero tú…
No puedo terminar de hablar pues sus labios se posan sobre los míos, sus
manos viajan directamente a mi rostro, el cual sujeta con adoración, nos
quedamos observándonos unos segundos hasta que me abraza fuertemente.
- Perdóname amor, por favor perdóname
– me ruega – nunca debí dejarme llevar por el momento, tú mereces mas que
eso…prometí tratarte como lo que eres, una reina mi reina.
- Y así lo has hecho desde el primer día que nos vimos Leo, siempre me haces
sentir especial
- No nena, no todo el tiempo, hace rato no lo hice – refuta
Así que de esto se trata. Por eso esta de mal humor y se aleja de mi. No
lo entiendo. Es verdad que nunca habíamos tenido ese tipo de sexo, pero de allí
a ponerse de esa manera.
- ¿Leo, lo dices por lo que ocurrió temprano?
- Debí…
- Respóndeme por favor – ahora soy yo quien no lo dejo terminar
- Si Tati -
- Te voy a pedir por favor me expliques, porque te juro por mas que lo
intento, no entiendo porque te pones así.
Pasan unos minutos, puedo ver que se debate internamente en si decírmelo
o no, lo que hace que verdaderamente me preocupe, nunca había visto a Leo tan
perturbado.
- Cuando entramos a la habitación, estaba ciego del deseo, te tome
enseguida, sin preocuparme en como te sentías, o si te hacia daño por mi
brusquedad, únicamente…yo sólo…pensé en mi, en satisfacerme…
- OK, esto no es lo que imagine dirías. Pero contrario a lo que crees,
si pensaste en mí, pues a pesar que fue sorpresivo, fogoso, también fuiste
delicado – me acerco para acortar la distancia que puso de por medio- tus besos
fueron tiernos al igual que tus caricias. A lo mejor no te diste cuenta al
momento, pero así fue. Luego te hiciste cargo de mí, como siempre - afirmo
En vista que no me dice nada, continuo a ver si de verdad me cree.
- Además, los dos lo disfrutamos, no soy de cristal Leo, no vas a
romperme por tener un poco se sexo de alto voltaje – concluyo guiñándole un
ojo, que lo hace sonreír, pero aun hay tristeza en su mirada
- Así me comportaba antes, cuando te conocí, cuando me enamore de ti,
jure que más nunca seria egoísta en el sexo, que siempre habría caricias…
- Ey, mírame amor. No te atormentes, ¿por qué no me crees cuando te digo
que lo disfrute? me gusto y de verdad espero que no sea la última vez que
suceda. Siempre que de por medio haya amor, no me importa si es lento, rápido,
audaz o como quieras. Siempre contigo.
- ¡Te amo nena!
- Y yo a ti. Pero mejor nos movemos, bajemos a cenar antes que el
oficial mande por nosotros.
Bajamos y dejamos de lado este momento desagradable, y cuando digo desagradable me refiero a la manera de
actuar de Leo después de, no durante.
Compartimos una rica cena, con una grata compañía, brindamos, bailamos,
reímos. Parece que el tenso momento de unas horas atrás quedo engavetado,
espero que para siempre.
Me levanto para dirigirme al tocador. Estoy lavándome las manos, retocándome el labial
cuando de una de las cabinas sale la misteriosa mujer de la playa. A través del
espejo veo como me sonríe. Me quedo pasmada, no se porque me afecta de esta
manera, pero siento que mis piernas no me sostienen así que busco apoyo con mis
manos para no perder el equilibrio. Ella parece notarlo, se acerca a mí.
- ¿Te encuentras bien? – me pregunta con preocupación.
- Si – logro responder.
- ¿Segura? Estas muy pálida ¿quieres que llame a alguien?
- Segura, pero gracias
igualmente – como dice mi abuela, la
educación y las buenas costumbres por delante
Trato de recomponerme, me echo un poco de agua fría en la cara a ver si
ayuda a calmarme, mi corazón se ha disparado y siento que en cualquier momento
saldrá por mi boca. Sumida estoy en mis pensamientos hasta que su voz me trae
de nuevo al presente.
- Que te mejores y que tenga buenas noches – se despide
- Buenas noches - que extraño
momento.
Luego de unos minutos mas, en los que me quedo como ida frente al
espejo, regreso a la mesa, antes que a Leo en un ataque de desesperación le de
por entrar a buscarme por tardar tanto.
Salgo en dirección a mi lugar cuando nuevamente me quedo helada cual
piedra de estatua de museo al ver de nuevo a esa mujer, pero ahora conversando
con mí esposo. Sin darle a chance a
que se vaya, apuro el paso hasta que me encuentro a su lado.
- Buenas noches – saludo como si nada
- Hola nena – dice Leo mientras me da un beso en la mejilla, punto para
él
- ¿Hey, te encuentras mejor? - ¿es en serio? De todos los saludos ella
escoge preguntarme eso, delante de Leonardo… ¡que mujercita!
- ¿Por qué lo dices? – cuestiona mi intrigado marido mirándonos a ambas
- Es que justo antes de encontrarme contigo, me topé con ella en el
baño, parece se mareó o algo así, estaba súper pálida Leo – que yo mato a esta
rubia tonta, porque tiene que ser tan bocona.
- ¿Estás bien nena? – ahora su gesto es de total preocupación
- Si Leo, estoy bien. Quizás mucho sol, cansancio, me moví muy
rápido…que se yo, no es nada, tranquilo.
- Mejor nos sentamos, déjame buscarte un poco de agua y algo dulce – se
levanta sin dejarme protestar si quiera.
- Me cuenta Leo que están de Luna de miel, ¡Felicidades!
- Si, gracias – mi sonrisa en autentica, tan solo de pensar en él y ya
estoy como una tonta, derretida hasta los huesos
- Estás muy enamorada – no es una pregunta, por lo que enseguida me
pongo atenta – en realidad ambos lo están, se les nota.
- Así es, nos amamos con locura - ¿qué
se trae entre manos esta mujer?
- Aquí tienes corazón – regresa Leo con un vaso de agua con hielo y
galletas, me los entrega, prácticamente me obliga a comer y beber todo ante la
divertida mirada de nuestra acompañante.
- ¿Nena de verdad estas bien o prefieres nos vayamos a la habitación? –
mi esposo está realmente nervioso.
- Lo prometo, me siento bien – además que de aquí no pienso moverme
hasta descubrir quien es esta mujer
- ¡Vaya si has cambiado Leonardo! Quien diría que te vería así, el Sr.
D’Lucca totalmente enamorado- se mofa
- Pues si Kate, que puedo decirte, este es el ángel que me salvó, a
quien amo mas que a mi propia vida – le dice sin dejar de mirarme, yo me pierdo
en la inmensidad de sus hermosos ojos, casi olvido que mencionó su nombre…casi.
- No sabes cuanto me alegro, mereces ser feliz, siempre te lo dije…-
hace una pausa como queriendo decir algo mas, lo duda por un instante, pero se
calla.
- Gracias – sin soltar mi mano se acerca a ella y le da un beso en la
mejilla, no se como reaccionar, ella parece sincera, y si hubiera algo entre
ellos Leo no estaría tan cómodo y tranquilo conversando con las dos. ¡Estoy tan
confundida!
- Te llevas a un gran hombre – ahora su discurso es para mi – espero lo
hagas…que se hagan muy felices.
- Pero que descortés he sido – interrumpe Leo mi respuesta – Kate te
presento a mi esposa, la Sra. Tatiana D’Lucca – puntualiza orgullosamente.
- Tatiana encantada de conocerte, muy lindo nombre – me da la mano, la
cual no me queda más que aceptar
- Gracias…Kate – OK el nombre no me dice nada, aparentemente es
simpática, ya se que no lo conozco de antes, pero hay algo familiar en ella.
- Katherine Rynolds, pero llámame Kate, todos mis amigos lo hacen
Katherine Rynolds
Y acaba de aclarar mis dudas, esta mujer es familia de ella. Ahora que
la detallo mejor entiendo porque se me hacía tan familiar, a pesar de que Kate
no tiene ese aura dañina como la de…
- Bueno aunque en realidad es Katherine Owen – su enunciado me trae al
aquí y ahora – que si James se entera les juro me mata, déjenme buscarlo ¿dónde
demonios se habrá metido? Ya regreso y así se los presento, a lo mejor podemos
cuadrar algo para mañana, si no tienen planes claro – dicho esto sale disparada
escaneando el salón buscando a su esposo
- ¿Rynolds? – indago apenas quedamos solos
- Su hermana mayor – confirma
Hago un gesto con mi cabeza entendiendo las preguntas y respuestas no
formuladas. Al menos no completamente.
- ¿Por qué te sentiste mal en el baño? – dice al cabo de unos minutos
- Ya te lo dije amor, el cansancio, el sol, no lo sé.
- Tati – me reprende mientras niega con la cabeza
- ¿Qué? – intento hacerme la que no entiendo, aunque se que llevo las de
perder en esto.
- Eres pésima mintiendo, lo sabes. Ahora dime ¿Fue por Kate? – OK estoy
pillada, así que sólo asiento, Leo se queda sopesando mi muda contestación,
puedo ver como su cabecita comienza a dar mil vueltas, hasta hacer click -Esa
no fue la primera vez que la viste, en el baño me refiero – esta vez mi
respuesta es un no gesticulado por mis labios - ¿Me vas a contar o debo
preguntarte parte por parte?
- Ayer mientras recorríamos las playas de San Juan, te vi conversar con
ella, quise preguntarte…pero pensé tu me lo comentarías, no fue así – me golpeo
mentalmente, no quiero acusarlo y esto sonó justamente de esa manera
- Tienes razón debí mencionarlo, simplemente no le presté mucha
atención, tenía casi ocho anos sin verla ni saber de ella.
- ¿Cómo, tanto tiempo? Pero siempre estuviste en contacto con su hermana
y su familia – a este paso voy a tener unos morados mentales de tanto
golpearme, lo que menos quiero es recordar ningún contacto de esa mujercita y mi esposo.
- Es algo difícil nena, Kate se fue hace años de su casa, su familia…
- Hasta que lo encontré – nos interrumpe Kate que viene de la mano de un
hombre – les presento a James Owen, mi esposo.
James y Kate Owen
Charlamos el resto de la noche con ellos, bebimos y por increíble que
parezca, hicimos planes con ellos para el paseo del día siguiente en St Johns.
Después de un rato ameno con la pareja, nos despedimos, quedando de
encontrarnos temprano para desayunar antes de desembarcar, por lo que hoy
tampoco dormiremos mucho, son casi las cuatro de la madrugada y bajaremos a las
ocho. No ha amanecido y ya tengo sueño.
- No es tan desagradable – confieso mientras vamos en el ascensor
La risa de Leo inunda la cabina, niega con la cabeza, me abraza y me da
un tierno beso en la cabeza.
- No tienes remedio nena.
- Es la verdad, no parece familia de…ella – otro golpe mental para mi
por favor.
- No amor, Katherine es…Kate - dice a modo de explicación -ya la conocerás
mejor mañana, aunque pensé te opondrías o darías alguna excusa, jamás creí que
fueras tú quien aceptara la invitación.
- Lo sé, simplemente fue un acto reflejo, algo espontáneo, como te dije no parece ser desagradable – sólo espero
no arrepentirme de esa decisión.
“Dos cabecitas piensan mas que
una, cuatro ojitos ven mas que dos y veinte
deditos son mejor que diez”
Susana Mohel gracias por ser parte
de esto…
Gracias también a cada una de
las personas que visitan el blog y que semana a semana siguen la historia de
Leonardo y Tatiana